lunes, 30 de julio de 2007

ROBIN HOOD


-¿Y usted tiene estos remedios para dármelos, doctor? - preguntó el viejito, en una mezcla de incertidumbre y ruego en la misma oración.
El médico de la salita iba a decirle que no, pero dudó un istante y pareció tomar coraje.
-Espéreme acá diez minutos, don Severio.- contestó.
Subió a la bicicleta, pedaleó las 20 cuadras que lo separaban de la avenida y tras pedir el medicamento en la sucursal de la cadena de farmacias, salió corriendo sin pagar.
El dispensario seguía lleno cuando don Severio se fué a casa con los oncológicos en la mano.
Esa noche, el doctor volvió a ver, una vez más, la película con el personaje que más le gusta.

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